“Sé que ha habido mucha controversia sobre la promoción de la democracia en años recientes, y mucho de esta controversia está conectada con la guerra en Irak. Así que voy a ser claro. Ningún sistema ni gobierno puede o debe ser impuesto a una nación por cualquier otra.
Esto no disminuye mi compromiso, sin embargo, hacía los gobiernos que reflejan la voluntad del pueblo. Cada nación da vida a este principio a su propia manera, enraizada en las tradiciones de su propio pueblo. América no pretende saber qué es lo mejor para todos, del mismo modo que no pretende cuestionar los resultados de una elección pacífica. Pero tengo una firme convicción de que todas las personas anhelan determinadas cosas: la capacidad de expresar tu pensamiento y tener voz en cómo te gobiernan; la confianza en el imperio de la ley y la administración equitativa de la justicia; un gobierno que es transparente y no roba al pueblo; la libertad para vivir como tú elijas. Estas no son sólo ideas americanas, son derechos humanos. Y es por eso que vamos a apoyarlas en todas partes.
Ahora bien, no hay ninguna línea recta para hacer realidad esta promesa. Pero esto está muy claro: los gobiernos que protegen estos derechos son en última instancia más estables, exitosos y seguros. La supresión de las ideas nunca logra hacerlas desaparecer. Estados Unidos respeta el derecho de todas las voces pacíficas y respetuosas con la ley de ser escuchadas en todo el mundo, incluso si no estamos de acuerdo con ellas. Y daremos la bienvenida a todos los gobiernos pacíficos elegidos - a condición de que gobiernen con respecto para todo su pueblo.
Este último punto es importante porque hay quienes abogan por la democracia sólo cuando están fuera del poder; una vez en el poder, son implacables en la represión de los derechos de los demás. Por lo tanto, no importa donde se establece, el gobierno del pueblo por el pueblo establece una norma única para todos los que detentan el poder: debes mantener tu poder a través del consentimiento, y no por coacción; debes respetar los derechos de las minorías, y participar con un espíritu de tolerancia y de compromiso; debes poner los intereses de tu pueblo y el funcionamiento legítimo del proceso político por encima de tu partido. Sin estos ingredientes, las elecciones por sí solas no hacen una verdadera democracia.”
Votar: un derecho y una obligación democrática
Y ¿Cómo está la democracia en la “vieja Europa”, la cuna de la democracia? Al ver la media de participación (43,1%) en las elecciones al parlamento europeo, no se puede decir que esté de muy buena salud. (Hace veinte años era el 62 %). Aunque no se puede comparar las elecciones europeas con las nacionales, porque se puede tener interés en estar en Europa o no tenerlo. Pero abstenerse no es de ninguna forma una actitud democrática. En una democracia sana la gran mayoría del pueblo participa siendo consciente de que el gobierno es “por el pueblo”. Abstenerse es no participar en el juego democrático. Solo veo cuatro razones para no votar: el pasotismo o la pereza, la imposibilidad física o mental, la ausencia del país, o el haber perdido sus derechos civiles por haber sido un mal ciudadano. No votar porque no se está de acuerdo con el sistema electoral, con el sistema político o con los políticos, no es una respuesta democrática. La forma de expresarse estos casos es votar en blanco. Con abstenerse no se expresa nada.
Votar es un derecho, pero para el demócrata también una obligación. Esto la han entendido muy bien los (pocos) países donde el voto es obligatorio, donde votar es una obligación legal, por una ley votada libremente en el parlamento por los representantes del pueblo como cualquier otra ley votada democráticamente. Es exactamente “el estado de derecho”. No parece que la democracia europea esté de buena salud si la participación en las elecciones varía entre un 27 % (Rumania) y un 91% (Luxemburgo). Aunque pueda ser comprensible que en Luxemburgo o Bélgica (85,9%) la participación sea más alta porque viven las instituciones europeas de más cerca. Pero Estrasburgo está en Francia y casi el 60% de los franceses se abstuvieron. Parece que Estrasburgo está muy lejos de París. El hecho de que España (46%) haya participado más que el promedio europeo es un pobre consuelo. El único resultado realmente positivo ha sido que en 20 años la participación de la mujer haya pasado del 16 % al 31%. Si sigue subiendo, la salud de la democracia europea dependerá del cuidado de las mujeres. Gracias a ellas la abstención media no ha sido aún mayor.
¿A donde queremos que se dirija?
Nos estamos olvidando un poco del valor de la democracia… Ha venido Obama para recordarnoslo.
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