Esperemos que no. En números no va a ser posible. En Irak hay hasta ahora 25 veces más civiles muertos que militares (unos 100.000 contra unos 4000). En la pequeña franja de Gaza, antes de la invasión israelí, parece que ya había más de 300 muertos. No hay cifras de fiar sobre el reparto entre civiles y milicianos. Hemos visto fotos de algunos niños muertos. ¿Qué diferencia hay entre un niño hebreo y un niño palestino? Ayer, 5 de enero, tres personas han muerto en un bombardeo israelí contra una escuela de Naciones Unidas en la ciudad de Gaza que cobijaba a más de cuatro centenares de palestinos desplazados por la invasión israelí.
“Una de las peculiaridades de las guerras modernas es que mueren más civiles que militares, lo que prueba sin duda nuestro grado de civilización”, escribe Manuel Alcántara en su columna en El Correo, hoy día de los Reyes Magos (¡que son de Oriente!). En los tiempos premodernos cuando los misiles eran flechas, había más puntería y las dianas eran los soldados, que sabían a conciencia para qué estaban allí. Que sea en Gaza o en Irak o en cualquier otro lugar, “los difuntos tienen todos la misma nacionalidad: eran seres humanos que pasaron una temporada en este planeta belicoso, dividido en parcelas muy desiguales. Un lugar lleno de dioses, de banderas y de armas”, dice Manuel Alcántara.
Como no hay petróleo (en Irak hay para cargar muchos superpetroleros), Gaza no interesa a los “poderes” del mundo. Y la ONU no sabe qué hacer. Quizás tampoco pueda hacer mucho, sin el beneplácito de los “poderosos”. “El resto del mundo sigue en silencio…. El asedio va a seguir mientras en los despachos se discute si se trata de una «respuesta desproporcionada» o de un justo castigo a los tercos lanzamientos de proyectiles de los fanáticos de Hamás”, dixit el sabio columnista, en este caso más sarcástico que irónico. Razón tiene.
El pasado 10 de diciembre, se celebró el Día Mundial de los Derechos Humanos y el 60 aniversario de la Declaración solemne de los mismos. Hoy no tenemos motivos para celebrarlos. Los Reyes Magos no han traído la paz.
“Una de las peculiaridades de las guerras modernas es que mueren más civiles que militares, lo que prueba sin duda nuestro grado de civilización”, escribe Manuel Alcántara en su columna en El Correo, hoy día de los Reyes Magos (¡que son de Oriente!). En los tiempos premodernos cuando los misiles eran flechas, había más puntería y las dianas eran los soldados, que sabían a conciencia para qué estaban allí. Que sea en Gaza o en Irak o en cualquier otro lugar, “los difuntos tienen todos la misma nacionalidad: eran seres humanos que pasaron una temporada en este planeta belicoso, dividido en parcelas muy desiguales. Un lugar lleno de dioses, de banderas y de armas”, dice Manuel Alcántara.
Como no hay petróleo (en Irak hay para cargar muchos superpetroleros), Gaza no interesa a los “poderes” del mundo. Y la ONU no sabe qué hacer. Quizás tampoco pueda hacer mucho, sin el beneplácito de los “poderosos”. “El resto del mundo sigue en silencio…. El asedio va a seguir mientras en los despachos se discute si se trata de una «respuesta desproporcionada» o de un justo castigo a los tercos lanzamientos de proyectiles de los fanáticos de Hamás”, dixit el sabio columnista, en este caso más sarcástico que irónico. Razón tiene.
El pasado 10 de diciembre, se celebró el Día Mundial de los Derechos Humanos y el 60 aniversario de la Declaración solemne de los mismos. Hoy no tenemos motivos para celebrarlos. Los Reyes Magos no han traído la paz.
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