FLANDES
BRUSELAS
VALONIA
Ahora un grupo de personas de Bruselas ha levantado su voz para defender a su ciudad. Están hartos de las interminables discusiones y negociaciones entre políticos flamencos y valones sobre las reformas que cada uno propone para Bélgica y para Bruselas… sin haber escuchado a los propios ciudadanos de la Capital de Europa, de Bélgica y de Flandes.
Son ocho personajes, bien conocidos en la ciudad. Son francófonos aunque varios de ellos tienen apellidos flamencos, lo que dice algo sobre sus antepasados… Sus nombres:
· Philippe Van Parijs, politólogo de la Universidad Católica de Lovaina francófona (en Louvain-la-Neuve)
· Eric Dekeuleneer, Profesor a la Universidad libre de Bruselas
· Alain Deneef, Secretario-general de Aula Magna,
· Serge Fautré, Director de Cofinnimo
· Etienne de Callatay, economista del Banco Degroof
· Henri Goldman, publicista
· Jacques Borlée, entrenador de atletismo
· Fatima Zibouh, politóloga
Han enviado una carta “blanca” a De Standaard, primer periódico flamenco, y a Le Soir, principal periódico francófono. El artículo en el primero lleva como título “¡Francófonos, salid de vuestras trincheras!”, y en el segundo “¡No en nuestro nombre!... y para los francófonos lo mismo”.
Leo en Le Soir que estas personas han salido al apoyo de los artistas que en el mes de enero se habían reunido en el Teatro Real Flamenco (KVS) de Bruselas para denunciar el nacionalismo mezquino (por ambos lados) y para clamar que los que lo promovían no hablaron en su nombre. Por su actuación, el KVS ha sido interpelado en el Parlamento de Flandes. Por eso, los ocho citan en su carta: “Rendimos homenaje a una institución como el KVS que ha hecho mucho estos últimos años para hacer apreciar la cultura flamenca para los que no son de habla neerlandesa y que ha contribuido de forma magistral a enriquecer la vida cultural de Bruselas.” Lanzan reproches no solo a los nacionalistas flamencos si no también a los francófonos que por su inmovilismo han sido la causa de la radicalización del nacionalismo flamenco.
“Para empezar”, dicen, “rechazamos que se considere muestra Ciudad-Región como un territorio esencialmente francófono donde las minorías lingüísticas, amablemente toleradas, no tienen más que asimilarse. Bruselas es y será cada vez más la capital cosmopolita de la Unión Europea y una pequeña ciudad mundial nutrida de una inmigración más lejana. Que el francés sea o no nuestra lengua materna, nuestra educación nos ha dotado de un lazo profundo con la cultura francófona y la lengua francesa. Pero la cultura flamenca y la lengua neerlandesa son y deben seguir siendo componentes tan esenciales de la identidad bruselense. Lejos de querer erradicar el neerlandés de Bruselas, consideramos capital, para el futuro de los jóvenes bruselenses de todos los orígenes, que lo aprendan incomparablemente mejor que sus mayores, que sean orgullosos de saber hablarlo, que hagan de esta lengua una parte de sí mismos. “
“Además”, siguen, “consideramos legitimo esperar de los que se instalan durante tiempo en Flandes, igual que los que se instalan durante tiempo en Valonia, que tengan el coraje y la humildad de aprender la lengua de la región de su residencia. Comprendemos que la escisión de BHV (ver nuestro artículo sobre esta cuestión) haya podido ser interpretada de una parte y de la otra como un reconocimiento de esta legitimidad. Y recusamos desde luego el encarnizamiento con el que los partidos francófonos se han opuesto a esta escisión, atizando así la exasperación de los partidos flamencos, en lugar de buscar desde el principio un compromiso razonable.”
Más adelante dicen: “No creemos más en una Nación francófona que incluyera Bruselas (una idea avanzada por algunos políticos francófonos), que en una Gran Flandes que la anexaría. Creemos aún menos, si hace falta decirlo, a una
“En el interés de toda la población del país, y en particular de sus componentes más vulnerables, es hoy importante recobrarse. No para cavar nuevas trincheras alrededor del frente francófono. Pero para crear entre las dos comunidades, y en primer lugar en Bruselas, una relación de confianza indispensable para poder afrontar, con medios que la crisis no dejará que sean generosos, los desafíos urgentes que no tienen nada que ver con nuestras querellas. Lo que necesitamos en Bruselas es una revolución copernicana en la idea que nos formamos de nosotros mismos. En lugar de dejar hablar en nuestro nombre tanto las
Como flamenco nativo de Bruselas, y con amigos francófonos igual que flamencos, no puedo más que alegrarme de esta manifestación, que promueve de una forma inequívoca que es necesario convivir en una comprensión y respeto mutuos.
Ver el artículo original y completo en francés en Le Soir aquí, y en neerlandés en De Standaard aquí.
Ver más en este blog sobre la crisis en Bélgica aquí, aquí y aquí.
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