Mariëtte Lumbeeck murió el mes pasado en Kessel, un pueblo de la provincia de Amberes. Según dijo su hija Désirée, era una mujer alegre a la que gustaba estar con la gente. En la esquela que apareció en la prensa, leemos que murió “en la bonita edad de 89 años…”, y que era “Madre, abuela y bisabuela”, y “Como ella misma lo quería, no habrá recepción con café, ni carta ni estampita de defunción. Los que querían café, han tenido bastante tiempo para tomarlo con ella, según Mariëtte.” Lo último fue escrito por expresa voluntad de la difunta, porque en vida había recibido menos visitas de lo que ella había deseado. Según su hija no lo hacía por rencor, sino para poner las cosas en su sitio. (En Flandes es costumbre de invitar familiares y amigos cercanos después del funeral a un café con sándwiches)
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